domingo, 21 de junio de 2015

Abstracto




  Montse

—¡Tú nunca has tenido que transigir! —grita el señor.
—No he hecho otra cosa. Crees que puedes comprar lo abstracto, Johannes. El silencio, la lealtad, el alma de la gente…
—Te llevarías una sorpresa…
La casa de las miniaturas, Jessie Burton
(Salamandra, 2014)

La primera acepción que nos da el Real Diccionario de la Lengua de abstracto es que significa alguna cualidad con exclusión del sujeto, es decir, que lo abstracto es lo contrario de lo concreto (aquello que nos pertenece a cada uno de nosotros como sujetos). ¿Es, entonces, lo que pertenece a todos en conjunto? ¿Lo que no es de nadie? ¿Lo que es inasible? ¿Incompresible?

Según esa definición, la tristeza o la pena serían cualidades abstractas, si bien para mi son muy concretas, porque puedo percibirlas con plena intensidad.

Esta semana ha sido una semana triste. Añadida a varias semanas cansadas y estresadas. Por lo que ha sido, si cabe, más dura. Cuando alguien a quien queremos y apreciamos fallece, te enfrentas -quieras o no- a lo más abstracto y, al mismo tiempo, lo más concreto de la vida humana, que es la muerte. Y a lo que viene después...

Y lo que viene después, para quienes aquí seguimos, es sobrellevar la pena; intentar comprender lo que no tiene explicación; tratar de convencernos de que no hay injusticia en lo que ocurre -las cosas, simplemente, ocurren-; e ir a trabajar, a hacer la compra, ver a tu familia, y cumplir con tus rutinas de siempre, porque la vida sigue...

No es fácil, desde luego. Tampoco imposible, lo sé. Solo que a veces querrías que te dieran una tregua larga, de años preferiblemente. Unos años para recordar a quienes irremediablemente ya se han ido, pero en los que no tengas que incluir nuevas añoranzas, nuevas penas...

Tal vez esto que escribo hoy no tenga nada que ver con el tema de la entrada, tal vez sí. El caso es que sólo me sale escribir esto, pues cualquier otro tema más intelectual, más aséptico, no sería sino una impostura forzada para cuadrar tema con reflexión... Y eso me requeriría un esfuerzo de abstracción que no me merece la pena...

Y ya para salirme completamente del tema, sé que termino con una música que no puede ser considerada abstracta, pero creo que conecta tanto con la idea de incomprensión que asocio al tema de esta entrada, como con los sentimientos que he intentado compartir.

 
O Fortuna, de la obra Carmina Burana, de Carl Off (1937)
Oh Fortuna,
como la luna
variable de estado,
siempre creces
o decreces;
¡Que vida tan detestable!
ahora oprime
después alivia
como un juego,
a la pobreza
y al poder
lo derritió como al hielo.

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