miércoles, 1 de abril de 2015

Libros





Montse


La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros.
Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...

Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido...
Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces. 
Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había entregado a su pasión, venía deseando: ¡Una historia que no acabase nunca! ¡El libro de todos los libros!
¡Tenía que conseguirlo, costase lo que costase!
(...) 
Antes de darse cuenta de lo que hacía, se había metido muy deprisa el libro bajo el abrigo y lo sujetaba contra el cuerpo con ambos brazos.

Sin hacer ningún ruido, se dirigió a la puerta de la tienda andando hacia atrás y mirando entretanto temerosamente a la otra puerta, la del despacho. Levantó el picaporte con cautela. Quería evitar que las
campanillas de latón sonaran y abrió la puerta de cristal sólo lo suficiente para poder deslizarse por ella. Silenciosa y cuidadosamente, cerró la puerta por fuera. Y sólo entonces comenzó a correr. 

La historia interminable, Michael Ende
(Editorial Alfaguara, 1983)  

Adoro leer y adoro los libros, como contadores de historias y como objetos. 

Me recuerdo desde siempre leyendo. Al principio, cuentos infantiles, fábulas de animales; adoraba especialmente los libros ilustrados por María Pascual, cuyas ilustraciones siguen enamorándome.


Después pasé a libros más elaborados, como las historias de los cinco o de los siete secretos de Enid Blyton, o aquellas pequeñas joyas que componían la colección de Historias Ilustradas de Bruguera, que adaptaban grandes obras de la literatura y las acompañaban de viñetas gráficas con los aspectos más relevantes de la historia.


La primera versión que leí de Mujercitas (una de mis novelas preferidas de siempre) fue en esta colección; luego vinieron otras versiones y otras lecturas de una novela que nunca me decepciona.

Al inicio de mi adolescencia ya empecé con la literatura adulta. Mi primer libro no infantil recuerdo que fue Yo Robot, de Isaac Asimov. Luego vendrían Pantaleón y las visitadoras, Cien años de soledad, La historia interminable, obras de Alejandro Casona, Pearl S. Buck, Pío Baroja...

Mis lecturas siempre han sido muy eclécticas. Me gustan prácticamente todos los géneros (yo siempre digo que no leo novela romántica, aunque -por supuesto- alguna he leído; incluyendo a Corín Tellado), épocas y lugares. Me gustan las historias que me atrapan, que transmiten emociones y dilemas personales, que hablan de gente fuerte que debe enfrentarse a acontecimientos complejos, que me permiten aprender porque -en cierto modo- me reflejan.

Los libros son una compañía perfecta; tanto, que si no te gusta lo que lees, puedes darlo de lado y ni te reclama, ni te recrimina, ni te hace dramas. Es una adiós fácil.  Y si te gusta lo que lees, es un regalo...

Ahora, con el libro electrónico cada vez leo menos libros en papel, aunque sigo haciéndolo. La comodidad del lector es innegable; pesa poco, puedes llevar encima muchos libros a la vez (y, para lectoras compulsivas como yo, eso es fundamental; puedo leer en cualquier momento que tenga libre y me apetezca -esté donde esté- y puedo cambiar de lectura, sin tener que llevar una maleta llena de libros conmigo), es cómodo de leer. Aunque no es perfecto... Volver hacia atrás para comprobar algún dato que quieres recordar es bastante complejo; no puedes pasar fácilmente las páginas para ver cuánto falta para terminar el capítulo que estás leyendo; no puedes echarle un vistazo rápido y como quien no quiere la cosa a la última página, para ver cómo puede acabar; y ni el tacto ni el olor te transmite lo que cualquier libro de papel.

Por tanto, sigo leyendo -y comprando- libros en papel. Ya no cualquier libro, desde luego; sólo aquellos que pueden aportar algo especial, bien por ser de un escritor que me guste mucho (Salman Rushdie, Margaret Atwood, Anita Nair...) o por ser ediciones muy cuidadas, por ser ilustradas, por tener una tipografía concreta, por ser una traducción nueva y esmerada...

Ahora me he propuesto liberar mi biblioteca de -al menos- 50 libros antes del verano (sólo por hacer hueco a otros nuevos), y no consigo decidir de cuáles me desprendo, ni mucho menos, cómo me voy a desprender de ellos. Al final, compraré una estantería nueva... No me siento capaz de renunciar a mis libros, ni tampoco quiero hacerlo... aunque de vez en cuando me entre la neura de que tengo muchos y de que de alguna manera debería racionalizar mi biblioteca. ¿Comprando una casa más grande? 

Estoy segura de que mis libros y yo encontraremos la manera de seguir conviviendo.

Por ahora, como siempre, finalizo con una canción. Pensé que con este tema me costaría encontrar una adecuada, pero lo cierto es que -igual que hay libros de todas las temáticas que podamos pensar- también hay canciones para acompañar cualquier momento. Y músicos amantes de los libros...

Belle and Sebastian, Wrapped Up In Books, de su álbum Dear Catastrophe Waitress (Rough Trade Records)

  

2 comentarios:

  1. Recuerdo ese pasaje de la historia interminable como si lo hubiese leído ayer.

    Yo también lucho con los temas del espacio, aunque ahora mis compras en papel son más limitadas y hace tiempo que regalo aquellos con los que no quiero quedarme (que pare ser sincera son bien pocos). Así que ya he aceptado que nunca podré deshacerme de una cantidad suficientemente importante como para generar un espacio significativo así que me entretengo amontonándolos de manera creativa...

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    1. Yo sigo pensando en qué libros serán los que se irán de casa... Y mientras se me va el tiempo en pensar, sigo acumulando nuevos libros

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