jueves, 30 de abril de 2015

Selfie primaveral


Montse
Salieron de la sombra y quedaron bajo el cálido sol de primavera. Resultaba agradable. Garraty se relajó, metió las manos en los bolsillos y se mantuvo junto a McVries. El grupo empezó a disgregarse y cada Marchador buscó el paso y el ritmo que mejor le iban. El vehículo oruga se puso en movimiento tras ellos, levantando una ligera nube de polvo en el arcén. Las pequeñas antenas de radar empezaron a moverse, controlando la velocidad de cada Marchador mediante el sofisticado ordenador instalado a bordo. El mínimo de velocidad era de 6,5 kilómetros por hora, exactamente.
La larga marcha, Stephen King
(Debolsillo, 2013) 

Cuando pensamos en autorretratos -selfie en un lenguaje moderno, tecnológico y enredado- tendemos a pensar en fotos de la cara, o del cuerpo entero... pero que se vea la cara. Sin embargo, somos mucho más que cara o cabeza... Y retratar nuestro cuerpo es una forma de hacernos conscientes de cómo es, de qué imagen da, de cómo lo tratamos o cómo nos trata.

Si la cara es el reflejo del alma, nuestro cuerpo es la prueba de nuestra vida, de nuestras experiencias, incluso de nuestras creencias... Hace muchos años leí un libro que me recomendó una muy buena amiga (con la que comparto este proyecto de In&Out) llamado El juego de la vida (de Chérie Carter-Scott) en el que se dan una serie de reglas para vivir; la primera de ellas es Tienes un cuerpo. Puedes amarlo u odiarlo, pero será tuyo mientras vivas en la Tierra.

Por tanto, la conclusión más obvia para mi es, ámalo, porque ciertamente no hay otro. Cuídalo, porque sin cuerpo no somos nada. Y mejóralo, si hay cosas que no te gustan de él. Pero no lo desprecies, no lo maltrates, no abuses de él... Y sé que es muy fácil decirlo, y no tanto hacerlo. La parte de aceptar mi cuerpo la llevo bastante bien, la de cuidarlo y honrarlo no tanto, y ese es  mi trabajo actual con esta regla. Ser más consciente de qué hago y cómo lo hago para cuidar este único cuerpo que tengo y que espero que me dure muchos años más...

El día que tomé esta foto en un paseo por el campo con el calzado más inadecuado para pasear entre piedras, tierra y hierbajos (por muy bonitos que queden en la foto) me hice consciente de cómo mi cuerpo -mis pies y mis piernas en este caso- responden, se esfuerzan, son resistentes... a pesar de que yo no los tenga en cuenta. Y estoy agradecida por ello, aunque dudo que mis pies tuvieran nada que agradecerme ese día -y las ampollas que me salieron son el recordatorio del abuso al que los sometí-. Es sólo una anécdota, incluso podemos reírnos con ella (sigo caminando), pero es un ejemplo del poco caso que hago a mi cuerpo; porque no me da problemas, imagino (y los que me ha dado, ahora sé que soy yo quien se los ha dado)

Nadie piensa en sus piernas o en sus pies cuando camina. Sólo si te duelen te haces consciente de que son parte de tu cuerpo. E imagino que las personas que viven del trabajo de sus pies y sus piernas, también serán conscientes de ellos continuamente, deportistas y bailarines, por ejemplo. Pero las personas caminamos, subimos y bajamos escaleras, corremos de un sitio para otro, sin pensar en esos dos pies y esas dos piernas que nos llevan por el mundo, soportando todo nuestra persona.

Y con otras partes del cuerpo ocurre lo mismo. Nos hacemos conscientes de que tenemos cabeza, manos, pies, estómago, espalda... cuando dejan de funcionar, cuando nos dan problemas, cuando no los hemos cuidado... o cuando no nos gustan...

Y son los que tenemos, y los que nos mantienen en este mundo. Da que pensar ¿no?    

Mientras lo hacemos, dejémonos llevar por esta canción que siempre me pone de buen humor. Walking on sunshine, de Katrina & The Waves y bailemos agradeciendo a nuestros pies que aún nos permiten bailar

(1985)  

sábado, 25 de abril de 2015

Agua



Ver más imágenes en la galería Flickr de Montse
Facebook: In&Out. 52 weeks 


Montse

En las tardes de lluvia menuda y persistente, si el amado está lejos y agobia el peso invisible de su ausencia, cortarás de tu huerto veintiocho hojas nuevas de hierba toronjil y las pondrás al fuego en un litro de agua para hacer infusión. En cuanto hierva el agua deja que el vapor moje las yemas de tus dedos y gírala tres veces con cuchara de palo. Bájala del fuego y deja que repose dos minutos. No le pongas azúcar, bébela sorbo a sorbo de espaldas a la tarde en una taza blanca. Si al promediar el litro no notas cierto alivio detrás del esternón, caliéntala de nuevo y échale dos cucharadas de panela rallada. Si al terminar la tarde el agobio persiste, puedes estar segura de que él no volverá.
O volverá otra tarde y muy cambiado ya.
Tratado de culinaria para mujeres tristes, Héctor Abad Faciolince
(Alfaguara, 2013)

El agua es quizá uno de los elementos más simples que tenemos a nuestro alcance y, al mismo tiempo, de los más complejos. Yo soy una gran bebedora de agua; vale, también bebo coca cola light y, desde que recientemente la probé, me gusta tomarme una clara de vez en cuando, pero lo que me quita la sed, lo que me refresca, lo que me apetece beber normalmente, es agua.

Y me gusta ver el agua cuando cae en forma de lluvia. Y verla en las fuentes. Y sentirla cuando me baño en el mar. Y es un placer pasar unas horas en un SPA. Y escucharla, por supuesto. El sonido de las olas, de la lluvia, o -simplemente- del agua saliendo del grifo.

Y siendo este planeta en el que vivimos el planeta agua, más que tierra -cerca del 70% del planeta es agua, en cualquiera de sus estados; igualmente, los seres humanos estamos constituídos por agua en un 70% aproximadamente- aún hay personas que no tiene acceso a ella, o que acceden a un agua que no está en condiciones de salubridad. Quienes sólo necesitamos abrir la llave para poder tener agua -limpia, tratada, potable- nos olvidamos de que es un bien inaccesible para muchas personas; de que en nuestra sociedad es un bien de consumo más y que lo utilizamos según nos convenga, sin importarnos derrocharlo o no (al fin y al cabo, agua sobra ¿no?).

Hace poco leía las declaraciones de un alto directivo de Nestlé que consideraba necesario privatizar el agua y otorgarle un precio de mercado para que así la gente fuera consciente de lo costosa que es y para que no se derrochase. Obviamente, no mencionaba que para cobrar el agua -yo la pago todos los meses, por cierto- es necesario que alguien se encargue de tratarla, procesarla, almacenarla... y cobrarla; por lo que imagino que la empresa está viendo de qué manera ampliar aún más sus beneficios comerciando un bien que debería ser accesible para todos y gestionada con criterios de justicia social y atendiendo al interés general, no a los intereses particulares de empresas cuya finalidad es generar cada vez más dividendos para sus socios. Obviamente, Nestlé niega que esas declaraciones sean ciertas.  

En cualquier caso, ¿es el precio lo que puede disuadir a las personas de malgastar el agua? ¿las empresas comercializadoras de agua distribuyen parte de sus beneficios en la accesibilidad a agua potable en aquellas partes del planeta donde es insalubre o escasa? Así como para lograr un ahorro energético con el consumo de electricidad sí se han buscado vías (como las bombillas de bajo consumo o las led), para el agua no parece que haya ese interés en promocionar un consumo más responsable... quizá por esa ilusión de que el agua no se va a gastar nunca porque el planeta está lleno de agua...

Un agua que, además, está cada vez más contaminada; y eso sí es responsabilidad nuestra. Tal vez no directa e individual, sino como parte de la sociedad de consumo que está en este ciclo de producción, consumo, deshecho que no hace más que generar residuos que no hay donde meter.

¿Acabará siendo alguna vez este planeta Tierra, que es aún Agua, el planeta Basura? hacia ello nos encaminamos me temo que sin remedio... Hasta ese momento, sigo disfrutando del agua, y buscando la manera de no derrocharla al menos en mi casa, con mi uso, que es lo que por ahora está en mi mano... 

Y hoy no he podido decidirme por un solo video para terminar, así que pongo dos. Muy relacionados entre sí. El primero, es la canción Como el agua interpretada por Camarón de la Isla, y Paco de Lucía a la guitarra. A Camarón, aunque es un artista muy conocido y del que llevo oyendo música desde hace casi cuarenta años, nunca lo había apreciado hasta hace poco tiempo realmente. Cada vez me gusta más cómo canta, cómo interpreta; cada vez me llega más su arte

Como el agua, Camarón de la isla (1981)  

El segundo, es un clásico de Paco de Lucía; desde la primera vez que escuché su Entre dos aguas, siempre me ha parecido un guitarrista fantástico, cuyas interpretaciones siempre me enganchan y me llevan a parar un rato y escuchar, con atención y gusto...


Fuente y caudal, Paco de Lucía (Fonogram, 1973)

domingo, 19 de abril de 2015

Primavera



Hay que coger renacuajos vivos, recién nacidos en primavera, lavarlos bien en agua fría del pozo y tragarlos enteros tres o cuatro días después de la menstruación. Si una mujer traga catorce renacuajos vivos el primer día y otros diez al día siguiente, no concebirá durante cinco años. Si necesita controlar la concepción durante más tiempo, puede repetir la fórmula dos veces y será estéril para siempre… Esta fórmula es buena en cuanto que es eficaz, segura y barata. Su defecto es que sólo puede usarse en primavera
Las tres hijas de Madame Liang, Pearl S. Buck 
(Círculo de Lectores, 1972) 

Reconozco que me cuesta escribir algo sobre la primavera, aunque debería llegarme la inspiración del entorno, pues empiezan los días a ser más largos, luce el sol, ya se puede salir en mangas de camisa a la calle, hay flores por todas partes... Y aún así siento que este tema sólo me lleva a hablar de tópicos: flores, amor, juventud, renacer, nuevos proyectos...

Resulta irónico, es el tema de este proyecto que más conecta con la creatividad, y con el menos creativa me siento. Pareciera que la primavera es la estación del año en la que más deberíamos conectar con la creatividad -que no es sino un proceso de regeneración, de recreación, de dar vida a nuevos proyectos- y, sin embargo, esta es esquiva a veces...

Este año uno de mis propósitos es ser más creativa, y me estoy dando cuenta de que es más una actitud, un estado de ánimo incluso, que una habilidad o una cualidad. El hacer las cosas -las que sean- con presencia, centrándote en lo que estás haciendo y disfrutando del proceso, buscando nuevas formas de hacer "lo de siempre", innovando y jugando con tus tareas, ya implican que has conectado con tu talento creativo; que siempre ha estado ahí.

A veces el pensar en "lo correcto", "la forma adecuada de hacer las cosas", "esto siempre se ha hecho así", nos lleva a olvidarnos de que podemos llegar a los mismos resultados por otros caminos, y eso cercena nuestra capacidad de crear, convirtiéndonos en replicadores de procesos, en imitadores...

Obviamente, la capacidad de discernir cuándo y en qué momento podemos ser creativos y cuándo los procesos rutinarios, los protocolos son necesarios, es también un talento a desarrollar... Pero no creyéndonos a pies juntillas dichos procesos cerrados, buscando algún hueco por el que podamos entrar a realizar las cosas ligeramente diferentes. Sin esos huecos, probablemente seguiríamos en la edad de piedra.

El ser humano es creativo en esencia, y debemos creernos que todos y cada uno de nosotros también lo somos; no pensar que los creativos son los demás porque hacen "cosas muy bonitas", o novedosas, o interesantes... Todos y cada uno de nosotros también las hacemos; muchas veces de manera inconsciente. Conectar con la creatividad es traer a la consciencia nuestra forma de "hacer", no ser automáticos, sino estar centrados en nuestro día a día; comprobaremos que nuestras opciones para ser creativos.

En eso nos diferenciamos de la primavera, que simplemente es. Nosotros, debemos estar presentes aquí y ahora para mostrar nuestra creatividad. Aunque ¿no es eso simplemente ser?

Buika, una cantante española -hija de guineoecuatorianos- que mezcla sonidos de jazz, flamenco, pop entre otros ritmos en sus composiciones, me ayuda a despedir este post. Su canción Ay de mi primavera no se centra en los tópicos de la estación, es -por el contrario- nostálgica y triste. Pero me gusta mucho cómo suena su voz, la melodía lánguida de la canción...



Esta canción está incluída en su disco Mi niña Lola (2006), que ha sido Disco de Oro y recibido varios premios (Mejor Álbum de canción española y Mejor Productor, en los Premios de la Música, 2007 y Premio de la Crítica Fonográfica alemana, 2007).

 

martes, 7 de abril de 2015

Semana Santa



Estos últimos años, con un afán exclusivamente comercial. hicieron procesiones que no iban con la seriedad, la poesía de la vieja Semana de mi niñez. Entonces era una Semana Santa de encaje, de canarios volando entre los cirios de los monumentos, de aire tibio y melancólico como si todo el día hubiera estado durmiendo sobre las gargantas opulentas de las solteronas granadinas, que pasean el Jueves Santo con el ansia del militar, del juez, del catedrático forastero que las lleve a otros sitios. Entonces toda la ciudad era como un lento tiovivo que entraba y salía de las iglesias sorprendentes de belleza, con una fantasía gemela de las grutas de la muerte y las apoteosis del teatro. Había altares sembrados de trigo, altares con cascadas, otros con pobreza y ternura de tiro al blanco: uno, todo de cañas, como un celestial gallinero de fuegos artificiales, y otro, inmenso, con la cruel púrpura, el armiño y la suntuosidad de la poesía de Calderón.
(...)
Yo pediría a mis paisanos que restauraran aquella Semana Santa vieja, y escondieran por buen gusto ese horripilante paso de la Santa Cena y no profanaran la Alhambra, que no es ni será jamás cristiana, con tatachín de procesiones, donde lo que creen buen gusto es cursilería, y que sólo sirven para que la muchedumbre quiebre laureles, pise violetas y se orinen a cientos sobre los ilustres muros de la poesía.

Granada debe conservar para ella y para el viajero su Semana Santa interior; tan interior y tan silenciosa, que yo recuerdo que el aire de la vega entraba, asombrado, por la calle de la Gracia y llegaba sin encontrar ruido ni canto hasta la fuente de la plaza Nueva.
 Impresiones y paisajes, Federico García Lorca
(Cátedra, 2010)

Ya terminó la Semana Santa y decimos adiós a las vacaciones, las procesiones, las películas "de romanos" en la tele, las torrijas y el potaje de garbanzos con bacalao.

Es curioso como en un país laico las tradiciones religiosas siguen tan vivas, que hasta el mencionado potaje de garbanzos y bacalao tiene una explicación religiosa, de cuando en Cuaresma no se podía comer carne para hacer penitencia (en realidad, lo que dice la Iglesia católica es que los viernes hay que practicar la abstinencia y hacer penitencia; lo cual puede ser dejando de comer carne o realizando cualquier acción que a la persona creyente le suponga un sacrificio. Yo no soy creyente de la religión católica, por tanto no me siento comprometida con esta penitencia de los viernes, pero -sinceramente- no creo que comer pescado sea un sacrificio real para nadie...).

Y es llamativo también que las procesiones de Semana Santa estén viviendo un revival en lugares donde antes no se celebraban. Y hablo de Santa Cruz, donde desde hace unos 10 años se han vuelto a celebrar procesiones en la calle, cuando era una tradición minoritaria y casi perdida.

No me gustan las procesiones, me sigue imponiendo la imagen de los encapuchados (de pequeña me daban miedo). La parafernalia que rodea a la mayoría de las mismas -gente vestida de negro, música de tambores y trompetas-, silencios y llantos, grandes velones... me recuerdan excesivamente a la muerte, y no una muerte plácida o serena; sino a un suceso duro, cruel, difícil y con sufrimiento. Imagino que esa es la finalidad que tienen las procesiones, conectarte con la pasión -calvario y muerte- de Jesucristo... Pero no es lo mío, desde luego...

Por suerte, la Semana Santa hoy es más cosas. Siguen poniendo Los 10 mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956) o La túnica sagrada (Henry Coster, 1953) en la tele; o sus versiones actuales, como Exodus. Dioses y reyes (Ridley Scott, 2014); bueno, esta es muy reciente y -por ahora- sólo en los canales de pago... Pero también se ha aligerado esa presión religiosa y es, sin más, una semana de vacaciones.

Una semana (cuatro días, si no se trabaja en educación) para hacer un alto en el camino, para tomarse un respiro de las rutinas y las tensiones diarias. Y, con mayor o menor conciencia e intencionalidad, para celebrar el renacimiento, que es lo que se celebra en esta Pascua Florida. El renacer de la vida que acompaña a la primavera.

Y aunque no me guste la Semana Santa religiosa, sí me gusta la Saeta de Antonio Machado, musicada por Joan Manuel Serrat. Y en esta versión de Camarón de la Isla -que empieza a parecerme el genio que tantos consideran-, me parece impecable.

 

miércoles, 1 de abril de 2015

Libros





Montse


La pasión de Bastián Baltasar Bux eran los libros.
Quien no haya pasado nunca tardes enteras delante de un libro, con las orejas ardiéndole y el pelo caído por la cara, leyendo y leyendo, olvidado del mundo y sin darse cuenta de que tenía hambre o se estaba quedando helado...

Quien nunca haya leído en secreto a la luz de una linterna, bajo la manta, porque Papá o Mamá o alguna otra persona solícita le ha apagado la luz con el argumento bien intencionado de que tiene que dormir, porque mañana hay que levantarse tempranito...
Quien nunca haya llorado abierta o disimuladamente lágrimas amargas, porque una historia maravillosa acababa y había que decir adiós a personajes con los que había corrido tantas aventuras, a los que quería y admiraba, por los que había temido y rezado, y sin cuya compañía la vida le parecería vacía y sin sentido...
Quien no conozca todo eso por propia experiencia, no podrá comprender probablemente lo que Bastián hizo entonces. 
Miró fijamente el título del libro y sintió frío y calor a un tiempo. Eso era, exactamente, lo que había soñado tan a menudo y lo que, desde que se había entregado a su pasión, venía deseando: ¡Una historia que no acabase nunca! ¡El libro de todos los libros!
¡Tenía que conseguirlo, costase lo que costase!
(...) 
Antes de darse cuenta de lo que hacía, se había metido muy deprisa el libro bajo el abrigo y lo sujetaba contra el cuerpo con ambos brazos.

Sin hacer ningún ruido, se dirigió a la puerta de la tienda andando hacia atrás y mirando entretanto temerosamente a la otra puerta, la del despacho. Levantó el picaporte con cautela. Quería evitar que las
campanillas de latón sonaran y abrió la puerta de cristal sólo lo suficiente para poder deslizarse por ella. Silenciosa y cuidadosamente, cerró la puerta por fuera. Y sólo entonces comenzó a correr. 

La historia interminable, Michael Ende
(Editorial Alfaguara, 1983)  

Adoro leer y adoro los libros, como contadores de historias y como objetos. 

Me recuerdo desde siempre leyendo. Al principio, cuentos infantiles, fábulas de animales; adoraba especialmente los libros ilustrados por María Pascual, cuyas ilustraciones siguen enamorándome.


Después pasé a libros más elaborados, como las historias de los cinco o de los siete secretos de Enid Blyton, o aquellas pequeñas joyas que componían la colección de Historias Ilustradas de Bruguera, que adaptaban grandes obras de la literatura y las acompañaban de viñetas gráficas con los aspectos más relevantes de la historia.


La primera versión que leí de Mujercitas (una de mis novelas preferidas de siempre) fue en esta colección; luego vinieron otras versiones y otras lecturas de una novela que nunca me decepciona.

Al inicio de mi adolescencia ya empecé con la literatura adulta. Mi primer libro no infantil recuerdo que fue Yo Robot, de Isaac Asimov. Luego vendrían Pantaleón y las visitadoras, Cien años de soledad, La historia interminable, obras de Alejandro Casona, Pearl S. Buck, Pío Baroja...

Mis lecturas siempre han sido muy eclécticas. Me gustan prácticamente todos los géneros (yo siempre digo que no leo novela romántica, aunque -por supuesto- alguna he leído; incluyendo a Corín Tellado), épocas y lugares. Me gustan las historias que me atrapan, que transmiten emociones y dilemas personales, que hablan de gente fuerte que debe enfrentarse a acontecimientos complejos, que me permiten aprender porque -en cierto modo- me reflejan.

Los libros son una compañía perfecta; tanto, que si no te gusta lo que lees, puedes darlo de lado y ni te reclama, ni te recrimina, ni te hace dramas. Es una adiós fácil.  Y si te gusta lo que lees, es un regalo...

Ahora, con el libro electrónico cada vez leo menos libros en papel, aunque sigo haciéndolo. La comodidad del lector es innegable; pesa poco, puedes llevar encima muchos libros a la vez (y, para lectoras compulsivas como yo, eso es fundamental; puedo leer en cualquier momento que tenga libre y me apetezca -esté donde esté- y puedo cambiar de lectura, sin tener que llevar una maleta llena de libros conmigo), es cómodo de leer. Aunque no es perfecto... Volver hacia atrás para comprobar algún dato que quieres recordar es bastante complejo; no puedes pasar fácilmente las páginas para ver cuánto falta para terminar el capítulo que estás leyendo; no puedes echarle un vistazo rápido y como quien no quiere la cosa a la última página, para ver cómo puede acabar; y ni el tacto ni el olor te transmite lo que cualquier libro de papel.

Por tanto, sigo leyendo -y comprando- libros en papel. Ya no cualquier libro, desde luego; sólo aquellos que pueden aportar algo especial, bien por ser de un escritor que me guste mucho (Salman Rushdie, Margaret Atwood, Anita Nair...) o por ser ediciones muy cuidadas, por ser ilustradas, por tener una tipografía concreta, por ser una traducción nueva y esmerada...

Ahora me he propuesto liberar mi biblioteca de -al menos- 50 libros antes del verano (sólo por hacer hueco a otros nuevos), y no consigo decidir de cuáles me desprendo, ni mucho menos, cómo me voy a desprender de ellos. Al final, compraré una estantería nueva... No me siento capaz de renunciar a mis libros, ni tampoco quiero hacerlo... aunque de vez en cuando me entre la neura de que tengo muchos y de que de alguna manera debería racionalizar mi biblioteca. ¿Comprando una casa más grande? 

Estoy segura de que mis libros y yo encontraremos la manera de seguir conviviendo.

Por ahora, como siempre, finalizo con una canción. Pensé que con este tema me costaría encontrar una adecuada, pero lo cierto es que -igual que hay libros de todas las temáticas que podamos pensar- también hay canciones para acompañar cualquier momento. Y músicos amantes de los libros...

Belle and Sebastian, Wrapped Up In Books, de su álbum Dear Catastrophe Waitress (Rough Trade Records)