miércoles, 4 de marzo de 2015

Pequeño



Montse

Incluso luego, en las trece noches que siguieron a aquella, instintivamente se aferraron a las Pequeñas Cosas. Las Grandes Cosas siempre quedaban dentro. Sabían que no tenían adonde ir. No tenían nada. Ningún futuro. Así que se aferraron a las pequeñas cosas.
Se rieron de las mordeduras de las hormigas en las nalgas de ambos. De la torpeza de las orugas en los bordes de las hojas, de los escarabajos que se quedaban al revés y no podían darse la vuelta. Del par de pececillos que siempre buscaban a Velutha en el río y le mordían. De una mantis particularmente religiosa. De una araña diminuta que vivía en una hendidura de la pared de la galería trasera de la Casa de la Historia y se camuflaba cubriéndose el cuerpo con alguna basura. Un fragmento de ala de avispa. Un trozo de telaraña. Polvo. Una hoja podrida. El tórax vacío de una abeja muerta.
El dios de las pequeñas cosas, Arundhati Roy
(Anagrama, 1997)
 
Al final, lo que nos queda son las pequeñas cosas; los detalles que recordamos con nostalgia o con alegría. Esas vivencias que no cambian el mundo -ni siquiera el nuestro- pero que de alguna manera, nos tocan el corazón de una forma muy especial y profunda.
 
Cuando recordamos a alguien, lo que nos viene a la memoria son vivencias y anécdotas a las que, probablemente, en su momento no le dimos importancia. Una palabra de apoyo, un abrazo, una tarde de risas, una conversación, una mirada cómplice.
 
Y cuando pasamos revista a nuestra vida, también hacemos recuento de las pequeñas cosas que nos han ido construyendo como personas, aquellas experiencias que nos han conformado como somos aquí y ahora, que nos han enseñado lecciones grandes... aunque con pasos pequeños.
 
Yo hoy recuerdo esa mañana que pasamos en un spa, charlando relajadamente, disfrutando del simple placer de estar allí, de la conversación y la calma. Recuerdo el abrazo que nos dimos el último día que nos vimos, un abrazo fuerte, sincero, de reconocimiento y afecto, y espero que aún haya más. Recuerdo alguna discusión por trabajo, que nunca fue a más. Recuerdo haber celebrado alguna Noche de San Juan en su casa del campo. Bromas, risas, enfados, peleas, charlas, apoyo, afecto, comprensión...
 
Al final, lo que nos queda son las pequeñas cosas
 
   
Aquellas pequeñas cosas, de Joan Manuel Serrat en la versión de Ketama

1 comentario:

  1. Qué puedo decir... al final de lo más grande, recordamos lo más pequeño y nos damos cuenta que justo eso es lo que hacía que lo fuera. Ciertas grandes cosas (como la amistad) no se entienden sin los pequeños detalles y gestos que le dan sentido. Me alegra haber leído esto hoy aquí, por lo que significa de homenaje... por lo que significa que tú lo hayas escrito.

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