miércoles, 25 de marzo de 2015

Azul


Facebook: In&Out. 52 weeks


Montse

El cielo se oscurece y pasa del azul ultramar al índigo. Dios tenga en su gloría a los que le pusieron nombre a los colores de las pinturas al óleo y de la ropa interior femenina, piensa Hombre de las Nieves. Rosa Pétalo, Profundo Carmesí, Niebla Pura, Sombra Quemada, Ciruela Madura, Índigo, Ultramar... esas palabras, esas expresiones, constituyen fantasías en sí mismas. Consuela pensar que, en otro tiempo, el Homo sapiens sapiens fue tan ingenioso con el lenguaje, y no sólo con el lenguaje. Ingenioso en todos los sentidos, simultáneamente
Oryx y Crake, Margaret Atwood
(Ediciones B, 2004) 

El azul es el color del cielo y -dicen- el de la confianza. Para mi el azul es el color del verano, de la libertad; en su matiz más brillante es un color que transmite alegría. En sus tonos más oscuros, es un color para el recogimiento y la calma.

Ahora que voy haciéndome mayor, el azul empieza a ser uno de mis colores preferidos (antes era el rojo), tal vez porque yo me voy haciendo más calmada... y más feliz.

Y un dato que siempre me ha llamado la atención; hoy en día se asocia el azul a lo masculino (ya sabemos, los niños de azul, las niñas de rosa), aunque hasta principios del s. XX era al contrario. Eran las niñas las que vestían de azul, que era un color femenino. El color masculino era el rojo, suavizado en rosa para los niños. Es curioso ¿verdad?  

Por supuesto, yo no creo que haya colores de niño y colores de niña, creo hay tanta variedad cromática, tantas posibilidades, que cada persona puede elegir el color que más le guste dentro de la casi infinita gama que existe. Y para muestra, un botón... sólo de azules 

No sólo en la naturaleza, en el arte o en la ropa podemos encontrar el color azul. Hasta en las canciones cabe el color. Como en esta de Madonna, la reina indiscutible del pop; True blue, que se puede traducir como fiel o leal. Me pareció que encajaba muy bien con la foto elegida para la entrada

True blue (1986), Sire Records

miércoles, 18 de marzo de 2015

Reflejo


Pasado el año, tomó el rey nueva esposa. Era ésta una mujer hermosa, aunque arrogante y presumida, que no podía soportar que alguien la superase en belleza. Poseía un espejo maravilloso, y cuando se miraba en él, decía:
Espejito, espejito que me ves, 
la más hermosa de todo el reino,
dime, ¿quién es? 
A lo que respondía el espejo:
Reina, de todo el reino sois la más hermosa
Y se quedaba satisfecha, pues sabía que el espejo decía la verdad.
 Blancanieves, Jacob y Wilhelm Grimm
(Alianza Editorial, 1981)

Nunca me había detenido a escuchar con calma esta canción de Michel Jackson que acompaña esta entrada. Dice: I´m starting with the man in the mirror. I´m asking him to change his ways and no message could have been any clearer. If you wanna make the world a better place, take a look at yourself, and then make a change.
Estoy empezando con el hombre del espejo. Le estoy pidiendo que cambie su forma de actuar y no puede haber un mensaje más claro. Si quieres hacer del mundo un lugar mejor, échate un vistazo, y entonces cambia algo.
Muchas veces asociamos el espejo, buscar nuestro reflejo, con la vanidad, con la presunción. Mirarnos al espejo, sin embargo, puede tener muchas connotaciones.
Nos miramos para reconocernos, para constatar el paso del tiempo, para entender qué ven los demás en nosotros cuando nos miran, para reafirmarnos, para confrontarnos, para interrogarnos, para entendernos...

Por otra parte, nuestro reflejo no siempre nos lo da un espejo. En no pocas ocasiones nos vemos reflejados en el comportamiento de otras personas -nuestros padres o hermanos, nuestras amigas... o perfectos desconocidos- que, en un momento dado, sin venir a cuento, nos muestran cómo somos, cómo actuamos, cómo pensamos. Nos reflejan y nos golpea ese reflejo, que podemos utilizar para reafirmarnos en quiénes somos o -como Michael Jackson- para pedirnos un cambio, para ser sinceros con nosotros mismos y darnos cuenta de que hay algo que podemos mejorar.

jueves, 12 de marzo de 2015

Por la mañana



Todas las mañanas, George toma el primer tren del día a Birmingham. Conoce los horarios de memoria, y los ama. Wyrley y Churchbridge 7.39. Bloxwich 7.48. Birchills 7.53. Birmingham New Street 8.35. Ya no siente la necesidad de esconderse detrás de un periódico; de hecho, de vez en cuando sospecha que algunos de los pasajeros saben que es el autor deLegislación ferroviaria para «el viajero de tren» (237 ejemplares vendidos). Saluda a los revisores y a los jefes de estación y ellos le devuelven el saludo. Tiene un bigote respetable, un maletín, una leontina modesta, y ha complementado su bombín con un sombrero de paja para el verano. También tiene un paraguas. Está bastante orgulloso de esta última pertenencia y muchas veces la lleva lleva, desafiando al barómetro.
Arthur y George, Julian Barnes
(Anagrama, 2005) 

La mañana es, probablemente, el momento del día en el que más rutinas desarrollamos. Levantarnos a determinada hora, ducharnos, desayunar, hacer algo de ejercicio, meditar... Cada persona tiene las suyas propias, pero nos reconocemos en las nuestras y el día que por algún motivo no podemos llevarlas a cabo empezamos el día "con el pie izquierdo".

A mi por las mañanas, entre otras cosas, me gusta desayunar con calma leyendo un libro. Y no me gusta que me hablen mientras estoy relajadamente sentada en la mesa de la cocina con mi taza de té (ahora que no tolero la leche; antes era un café con leche) y mis tostadas -con o sin jamón, depende de lo provista que esté la nevera-. No es el contenido del desayuno lo que me marca la pauta de la mañana, del día, sino ese momento de relax y aislamiento, de estar conmigo misma y los personajes del libro que en cada ocasión toque...



Morning has broken, Cat Stevens

miércoles, 4 de marzo de 2015

Pequeño



Montse

Incluso luego, en las trece noches que siguieron a aquella, instintivamente se aferraron a las Pequeñas Cosas. Las Grandes Cosas siempre quedaban dentro. Sabían que no tenían adonde ir. No tenían nada. Ningún futuro. Así que se aferraron a las pequeñas cosas.
Se rieron de las mordeduras de las hormigas en las nalgas de ambos. De la torpeza de las orugas en los bordes de las hojas, de los escarabajos que se quedaban al revés y no podían darse la vuelta. Del par de pececillos que siempre buscaban a Velutha en el río y le mordían. De una mantis particularmente religiosa. De una araña diminuta que vivía en una hendidura de la pared de la galería trasera de la Casa de la Historia y se camuflaba cubriéndose el cuerpo con alguna basura. Un fragmento de ala de avispa. Un trozo de telaraña. Polvo. Una hoja podrida. El tórax vacío de una abeja muerta.
El dios de las pequeñas cosas, Arundhati Roy
(Anagrama, 1997)
 
Al final, lo que nos queda son las pequeñas cosas; los detalles que recordamos con nostalgia o con alegría. Esas vivencias que no cambian el mundo -ni siquiera el nuestro- pero que de alguna manera, nos tocan el corazón de una forma muy especial y profunda.
 
Cuando recordamos a alguien, lo que nos viene a la memoria son vivencias y anécdotas a las que, probablemente, en su momento no le dimos importancia. Una palabra de apoyo, un abrazo, una tarde de risas, una conversación, una mirada cómplice.
 
Y cuando pasamos revista a nuestra vida, también hacemos recuento de las pequeñas cosas que nos han ido construyendo como personas, aquellas experiencias que nos han conformado como somos aquí y ahora, que nos han enseñado lecciones grandes... aunque con pasos pequeños.
 
Yo hoy recuerdo esa mañana que pasamos en un spa, charlando relajadamente, disfrutando del simple placer de estar allí, de la conversación y la calma. Recuerdo el abrazo que nos dimos el último día que nos vimos, un abrazo fuerte, sincero, de reconocimiento y afecto, y espero que aún haya más. Recuerdo alguna discusión por trabajo, que nunca fue a más. Recuerdo haber celebrado alguna Noche de San Juan en su casa del campo. Bromas, risas, enfados, peleas, charlas, apoyo, afecto, comprensión...
 
Al final, lo que nos queda son las pequeñas cosas
 
   
Aquellas pequeñas cosas, de Joan Manuel Serrat en la versión de Ketama